Demostración de estilo del neófito Damien Chazelle en su Opera Prima (para el gran público, pues en realidad es su segundo filme como director) ‘Whiplash’, jazz mediante. Jazz que se asemeja a una fiebre nocturna que cogieron los jóvenes americanos y la vanguardia de los años 20-30 y de la que tristemente el mundo parece haber sudado lo suficiente como para olvidarse de ella. Y es que de genios anda el mundo corto, o eso parece transmitir el mensaje subyacente en esta película: “El genio no nace, se hace”. Se construye a base de esfuerzo, sudor, sangre y lágrimas. Este terrible enunciado encuentra su defensor y exponente en el profesor Terence Fletcher, personaje interpretado por el titánico (y tiránico) J.K Simmons, favorito en todas las quinielas de los premios Oscar. Fletcher vive obsesionado por la anécdota que trajo al mundo a “Bird”, una de las figuras más importantes del mundo de la música y tras la que vivía el nombre de Charlie Parker, haciendo de ella su filosofía y método de enseñanza para con sus alumnos. Sin hostigación, no hay genialidad, no hay magia. La letra con sangre entra.